“Déjame decirte algo que ya sabes. El mundo no es todo sol y arcoíris. Es un lugar muy malo y desagradable y no me importa lo duro que seas, te pondrá de rodillas y te mantendrá allí permanentemente si se lo permites. Ni tú, ni yo, ni nadie va a golpear tan duro como la vida”. Todos los amantes del boxeo han escuchado alguna vez este épico discurso de Sylvester Stallone en 'Rocky Balboa' (2006), la sexta entrega de esta mítica serie de películas pugilísticas. Cuando el acto y cineasta estadounidense escribió esta famosa escena, jamás se hubiera imaginado que estaba contando la historia de muchos aspirantes a boxeadores que, a través del sudor y la esperanza, buscan cambiar su destino en los gimnasios de boxeo de barrio.
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Cuando la mano de un boxeador se alza en señal de victoria, es la recompensa a semanas, meses e incluso años de trabajo duro, esfuerzo y disciplina. Lejos del romanticismo y el glamour del triunfo, el objetivo más importante en los gimnasios de boxeo de barrio, muchos de los cuales se encuentran en condiciones precarias, es mejorar la vida de los aspirantes a boxeadores. Estos gimnasios se convierten en refugio y escuela de vida para muchos jóvenes que buscan perseguir un sueño o escapar de una dura realidad, independientemente de su origen o situación socioeconómica.
El boxeo llega a personas que otros deportes no llegan. A diferencia de la mayoría de los deportes en los que los precios para participar son elevados, el boxeo siempre ha apoyado a las clases socioeconómicas más bajas. El equipamiento de boxeo es relativamente barato y a menudo el gimnasio lo proporciona a quienes lo necesitan. Además, las cuotas de los gimnasios son deliberadamente bajas, y los gimnasios suelen trabajar con quienes no pueden permitirse pagarlas para encontrar un plan alternativo que se ajuste a su presupuesto. Por este motivo, no es de extrañar que muchos gimnasios de boxeo de barrio se encuentren en las zonas más desfavorecidas, donde realizan un trabajo excepcional.
El ejemplo del gimnasio Maravilla Box
Con un récord profesional de 57 victorias (32 por knockout), dos empates y tres derrotas, Sergio 'Maravilla' Martínez (Quilmes, Buenos Aires, Argentina, 21 de febrero de 1975) es considerado uno de los boxeadores más destacados del siglo XXI. Pero antes de convertirse en un ídolo de masas y acaparar las noticias deportivas, el púgil argentino atravesó una etapa de superación y sacrificio. Comenzó a boxear a los 20 años en el gimnasio La Patriada después de ver a su tío y mentor Rubén Paniagua en el cuadrilátero. Con 27 años salió Argentina, huyendo de la crisis económica que azotaba a su país en el 2002, y llegó a Madrid, sin dinero y con el agua al cuello.
“Iba a Cáritas una vez por semana y me daban una bolsita con comida, y eso fue fantástico para mí. Llegaba a casa y guardaba todo para comer durante la semana, racionando todo al máximo. Un paquete de arroz me duraba un mes, una lata de atún cuatro días. Y un día salí de mi casa, fui al gimnasio y me llamaron para pelear por el título del mundo", reconoció Martínez en el programa de Andy Kusnetzoff, ‘PH: Podemos Hablar’.
Con esta historia de superación a sus espaldas, Martínez decidió abrir un gimnasio en su ciudad natal, Quilmes, al sudeste del área metropolitana de Buenos Aires, para darle a los aspirantes a boxeadores las oportunidades que tanto tiempo tardó en conseguir en su carrera profesional. Desde entonces, el gimnasio ‘Maravilla Box’ se ha convertido en la cuna de varios boxeadores que surgieron de barrios vulnerables. Un gimnasio de boxeo de barrio que lleva muchos años demostrando que este deporte sirve de válvula de escape para quienes se encuentran en circunstancias socioeconómicas difíciles y puede brindar importantes oportunidades a quienes tratan de salir del círculo de la pobreza. Y es que el boxeo tiene el poder de inspirar, unir, motivar e influir en las personas a un nivel mucho más profundo que cualquier otro deporte.